La batalla
de Maratón tuvo lugar el 12 de septiembre del año 490 a.C. y representa
la primera victoria griega en las llamadas Guerras Médicas. Estas se
desarrollaron entre los años 499 y 449 a.C. y enfrentaron a las ciudades-estado del mundo helénico con el inmenso imperio persa.
Desembarco persa
A principios de septiembre del año 490 a.C. los persas, guiados por Hipias, desembarcaron en la llanura de Maratón. Este lugar tenía un gran valor estratégico ya que contaba con una playa al abrigo de los vientos, suministros de agua gracias a un gran pantano situado en el lado este, abundantes pastos, y un terreno llano donde la caballería podía maniobrar con facilidad. Además se encontraba en un sector geográfico cuyos habitantes se habían mostrado partidarios de la tiranía de Hipias.
Según la leyenda recogida por Heródoto, Hipias, ya anciano, sufrió un violento ataque de tos al pisar la playa y uno de sus dientes cayó a la arena y se perdió. Interpretando este hecho como una señal de mal augurio, el antiguo tirano de Atenas pronunció las siguientes palabras: "Este país no es nuestro y no lograremos someterlo. La parte de él que era mía ya la cubre mi diente".
La respuesta griega
La noticia del desembarco llegó a Atenas y la asamblea votó un decreto que ordenaba la movilización de todas las tropas disponibles. Al mismo tiempo Fidípides fue enviado como mensajero a Esparta para pedir refuerzos.
Fidípides era un extraordinario corredor, que logró cubrir en unas 36 horas los 250 kilómetros que separaban las ciudades de Atenas y Esparta. Su hazaña dio lugar a una competición que hoy en día se conoce como la Spartatlon, en la que los participantes deben cubrir esta distancia en solo 24 horas.
Una vez en Esparta, Fidípides se presentó ante los éforos. Estos prometieron respetar el pacto de defensa mutua firmado con Atenas pero se negaron a movilizar sus tropas hasta después de la luna llena. Los espartanos tenían prohibido participar en ningún conflicto bélico durante la celebración de las fiestas dedicadas a Apolo Carneios.
Fidípides emprendió el camino de regreso e informó a los atenienses de la respuesta espartana. Estos comprendieron que si querían hacer frente a los persas debían hacerlo solos.
10.000 hoplitas recorrieron el camino que transcurría junto a las costas del Ática y se establecieron en la parte oeste y más elevada de la llanura de Maratón. Este lugar les permitía vigilar los caminos que iban a Atenas así como los movimientos de la flota y el ejército persa.
En su auxilio acudieron 600 guerreros procedentes de la ciudad de Platea, que quería agradecer a sus aliados la ayuda que les habían prestado para mantener su independencia frente a Tebas.
Organización de combate
Durante varios días ambos ejércitos permanecieron en sus posiciones, sin que ninguno de ellos se decidiera a atacar. Por un lado los atenienses no se atrevían a descender a la llanura, ya que quedarían a merced de la caballería y las flechas de los persas. Además querían ganar tiempo hasta la llegada de las tropas espartanas.
Por su parte los persas sabían que la posición más elevada de los atenienses les proporcionaba ventaja y que el terreno en el que se encontraban era de difícil paso para la caballería.
El polemarca o magistrado de guerra del ejército griego era Calímaco, un campeón de atletismo que rondaba la treintena. Posiblemente tuvo un papel destacado en el combate sin embargo fue Milcíades, uno de los diez estrategos o generales, quien se llevó todo el mérito de la victoria griega.
Milcíades era hijo de Cimón y había gobernado como tirano en el Quersoneso de Tracia. Inicialmente sirvió a Darío hasta que sus intereses chocaron con los del Gran Rey. Esto le obligó a huir y refugiarse en Atenas, donde sus conocimientos sobre los persas le permitieron ganarse la estima de los ciudadanos, que lo votaron como general.
En el ejército griego el mando se ejercía de forma rotativa pero según Heródoto, la fuerte personalidad de Milcíades llevó al resto de los generales a cederle el mando en los días que les correspondía. Sin embargo no fue hasta el 12 de septiembre, el día en que el mando le correspondía realmente a él, cuando decidió lanzarse al ataque.
Se desconoce la razón por la que los griegos, inferiores en número, se decidieron a atacar. La explicación más aceptada es que la noche anterior, unos desertores de raza jonia les informaron de los planes de los persas. Viendo que las tropas atenienses estaban en Maratón y que Atenas había quedado indefensa, Datis había decidido embarcar parte de su ejército para atacar la ciudad. Esto no dejó a los griegos más opción que atacar a los persas que aún quedaban en Maratón y regresar a Atenas antes de que llegasen los barcos enemigos.
Hasta entonces los griegos nunca habían vencido a los persas en campo abierto y además se encontraban en inferioridad numérica. Si formaban de manera habitual, con ocho hombres de fondo, su frente sería mucho más corto que el persa y acabarían siendo superados por los flancos y rodeados. La falange era una formación muy eficaz para el choque frente a frente, pero no destacaba por su flexibilidad para realizar maniobras laterales.
Esto llevó a Milcíades y los demás generales a tomar una arriesgada decisión: debilitar el centro de la formación, reduciéndolo solo a cuatro hombres de fondo, para alargar el frente y aumentar la potencia de las alas.
El polemarca Calímaco se puso al mando del ala derecha, los plateos ocuparon el ala izquierda y el resto de las tribus fueron colocadas por sorteo. Tras realizar los correspondientes sacrificios, el ejército griego se lanzó al ataque.
La batalla de Maratón
Los griegos avanzaron al paso hacia sus enemigos y cuando las primeras flechas persas comenzaron a caer sobre ellos hicieron algo inesperado, arrancaron a correr.
Cargando con un equipo de unos 30 kilos de peso y bajo una poderosa lluvia de flechas, los atenienses y sus aliados cubrieron a toda velocidad la distancia que los separaba del ejército medo siendo, según Heródoto, los primeros entre los griegos en cargar de este modo contra el enemigo.
Al llegar el cuerpo a cuerpo, las alas del ejército de Datis no tardaron en caer y los persas comenzaron a correr en desbandada hacia los barcos. Después las alas griegas acudieron en auxilio del centro de la formación y se cerraron sobre el ejército persa en un movimiento en tenaza.
Miles de persas fueron masacrados y la batalla se saldó con unas cifras sorprendentes, 192 bajas griegas frente a unas 6.000 persas.
Los griegos, que habían prometido sacrificar a la diosa Artemis tantas cabras como enemigos abatieran, tuvieron que repartir el sacrificio a lo largo del tiempo, dando lugar a un rito anual celebrado en el mes de boedromion.
Tras la batalla Datis dirigió a su ejército hacia Atenas. Los griegos, agotados tras el combate, no tuvieron más remedio que recorrer a marchas forzadas los 42 kilómetros que separaban Maratón de Atenas para proteger su ciudad.
Según una tradición posterior, creada posiblemente para embellecer la historia, el corredor Fidípides recorrió esa distancia a toda velocidad. Tras llegar al ágora y anunciar la victoria griega se desplomó y murió.
Cuando la flota persa llegó a la altura del Falero, el puerto de Atenas, Datis se encontró con que los hoplitas atenienses ya estaban allí esperándole. Conociendo el riesgo de un desembarco en esas circunstancias decidió retirarse.
La victoria en Maratón dio un gran prestigio a la ciudad de Atenas y los soldados que combatieron en ella pasaron a ser conocidos como los Maratonómacos.
Los caídos en batalla, entre los que se encontraba el propio polemarca griego Calímaco, fueron enterrados en el mismo lugar de su muerte, donde se construyó una gran tumba en su honor.
Desembarco persa
A principios de septiembre del año 490 a.C. los persas, guiados por Hipias, desembarcaron en la llanura de Maratón. Este lugar tenía un gran valor estratégico ya que contaba con una playa al abrigo de los vientos, suministros de agua gracias a un gran pantano situado en el lado este, abundantes pastos, y un terreno llano donde la caballería podía maniobrar con facilidad. Además se encontraba en un sector geográfico cuyos habitantes se habían mostrado partidarios de la tiranía de Hipias.
Batalla de Maratón |
Según la leyenda recogida por Heródoto, Hipias, ya anciano, sufrió un violento ataque de tos al pisar la playa y uno de sus dientes cayó a la arena y se perdió. Interpretando este hecho como una señal de mal augurio, el antiguo tirano de Atenas pronunció las siguientes palabras: "Este país no es nuestro y no lograremos someterlo. La parte de él que era mía ya la cubre mi diente".
La respuesta griega
La noticia del desembarco llegó a Atenas y la asamblea votó un decreto que ordenaba la movilización de todas las tropas disponibles. Al mismo tiempo Fidípides fue enviado como mensajero a Esparta para pedir refuerzos.
Fidípides era un extraordinario corredor, que logró cubrir en unas 36 horas los 250 kilómetros que separaban las ciudades de Atenas y Esparta. Su hazaña dio lugar a una competición que hoy en día se conoce como la Spartatlon, en la que los participantes deben cubrir esta distancia en solo 24 horas.
Fidípides |
Fidípides emprendió el camino de regreso e informó a los atenienses de la respuesta espartana. Estos comprendieron que si querían hacer frente a los persas debían hacerlo solos.
10.000 hoplitas recorrieron el camino que transcurría junto a las costas del Ática y se establecieron en la parte oeste y más elevada de la llanura de Maratón. Este lugar les permitía vigilar los caminos que iban a Atenas así como los movimientos de la flota y el ejército persa.
En su auxilio acudieron 600 guerreros procedentes de la ciudad de Platea, que quería agradecer a sus aliados la ayuda que les habían prestado para mantener su independencia frente a Tebas.
Organización de combate
Durante varios días ambos ejércitos permanecieron en sus posiciones, sin que ninguno de ellos se decidiera a atacar. Por un lado los atenienses no se atrevían a descender a la llanura, ya que quedarían a merced de la caballería y las flechas de los persas. Además querían ganar tiempo hasta la llegada de las tropas espartanas.
Por su parte los persas sabían que la posición más elevada de los atenienses les proporcionaba ventaja y que el terreno en el que se encontraban era de difícil paso para la caballería.
Milcíades II el Joven |
Milcíades era hijo de Cimón y había gobernado como tirano en el Quersoneso de Tracia. Inicialmente sirvió a Darío hasta que sus intereses chocaron con los del Gran Rey. Esto le obligó a huir y refugiarse en Atenas, donde sus conocimientos sobre los persas le permitieron ganarse la estima de los ciudadanos, que lo votaron como general.
En el ejército griego el mando se ejercía de forma rotativa pero según Heródoto, la fuerte personalidad de Milcíades llevó al resto de los generales a cederle el mando en los días que les correspondía. Sin embargo no fue hasta el 12 de septiembre, el día en que el mando le correspondía realmente a él, cuando decidió lanzarse al ataque.
Se desconoce la razón por la que los griegos, inferiores en número, se decidieron a atacar. La explicación más aceptada es que la noche anterior, unos desertores de raza jonia les informaron de los planes de los persas. Viendo que las tropas atenienses estaban en Maratón y que Atenas había quedado indefensa, Datis había decidido embarcar parte de su ejército para atacar la ciudad. Esto no dejó a los griegos más opción que atacar a los persas que aún quedaban en Maratón y regresar a Atenas antes de que llegasen los barcos enemigos.
Hasta entonces los griegos nunca habían vencido a los persas en campo abierto y además se encontraban en inferioridad numérica. Si formaban de manera habitual, con ocho hombres de fondo, su frente sería mucho más corto que el persa y acabarían siendo superados por los flancos y rodeados. La falange era una formación muy eficaz para el choque frente a frente, pero no destacaba por su flexibilidad para realizar maniobras laterales.
Esto llevó a Milcíades y los demás generales a tomar una arriesgada decisión: debilitar el centro de la formación, reduciéndolo solo a cuatro hombres de fondo, para alargar el frente y aumentar la potencia de las alas.
El polemarca Calímaco se puso al mando del ala derecha, los plateos ocuparon el ala izquierda y el resto de las tribus fueron colocadas por sorteo. Tras realizar los correspondientes sacrificios, el ejército griego se lanzó al ataque.
La batalla de Maratón
Los griegos avanzaron al paso hacia sus enemigos y cuando las primeras flechas persas comenzaron a caer sobre ellos hicieron algo inesperado, arrancaron a correr.
Al llegar el cuerpo a cuerpo, las alas del ejército de Datis no tardaron en caer y los persas comenzaron a correr en desbandada hacia los barcos. Después las alas griegas acudieron en auxilio del centro de la formación y se cerraron sobre el ejército persa en un movimiento en tenaza.
Miles de persas fueron masacrados y la batalla se saldó con unas cifras sorprendentes, 192 bajas griegas frente a unas 6.000 persas.
Los griegos, que habían prometido sacrificar a la diosa Artemis tantas cabras como enemigos abatieran, tuvieron que repartir el sacrificio a lo largo del tiempo, dando lugar a un rito anual celebrado en el mes de boedromion.
Tras la batalla Datis dirigió a su ejército hacia Atenas. Los griegos, agotados tras el combate, no tuvieron más remedio que recorrer a marchas forzadas los 42 kilómetros que separaban Maratón de Atenas para proteger su ciudad.
Según una tradición posterior, creada posiblemente para embellecer la historia, el corredor Fidípides recorrió esa distancia a toda velocidad. Tras llegar al ágora y anunciar la victoria griega se desplomó y murió.
Fidípides anuncia la victoria griega, Luc-Olivier Merson, 1869 |
La victoria en Maratón dio un gran prestigio a la ciudad de Atenas y los soldados que combatieron en ella pasaron a ser conocidos como los Maratonómacos.
Los caídos en batalla, entre los que se encontraba el propio polemarca griego Calímaco, fueron enterrados en el mismo lugar de su muerte, donde se construyó una gran tumba en su honor.
Bibliografía:
-ÉDOUARD, W., El mundo griego y el oriente. Tomo I. El siglo V (510-403), Madrid, Ediciones AKAL, 1997.
-GÓMEZ, F.J., Historia de Grecia Antigua, Madrid, AKAL, 2001.
-HERÓDOTO, Historias, Madrid, AKAL, 1994.
-NEGRETE, J., La gran aventura de los griegos, Madrid, La esfera de los libros, 2009.
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