Pigmalión y Galatea. Alicia Brizzio, 2009. |
Pigmalión y Galatea
Pigmalión, rey de Chipre, decidió no casarse hasta haber encontrado a la mujer perfecta. Pasó el tiempo y él, frustrado en su búsqueda, se dedicó a crear esculturas. Trabajó durante mucho tiempo en una figura de marfil a la que llamó Galatea. Pigmalión consideró que ninguna mujer viva podía ser tan bella como la figura que moldeaba con sus manos y se enamoró de su obra.
Pigmalión, rey de Chipre, decidió no casarse hasta haber encontrado a la mujer perfecta. Pasó el tiempo y él, frustrado en su búsqueda, se dedicó a crear esculturas. Trabajó durante mucho tiempo en una figura de marfil a la que llamó Galatea. Pigmalión consideró que ninguna mujer viva podía ser tan bella como la figura que moldeaba con sus manos y se enamoró de su obra.
El corazón desea. Edwar Burne-Jones, 1868-70. |
Todos los días trabajaba para darle toques de perfección y todas las noches suspiraba porque fuera de carne y hueso. En vano la llamaba a la vida, inútilmente buscaba un beso de enamorado y el movimiento de sus proporcionadas extremidades. La cubría de caros tisúes, le adornaba el cuello y los brazos con piedras preciosas y coronaba su fría cabeza con flores pero todo era inútil.
Llegó el día de la fiesta de Afrodita, la más celebrada en Chipre, y Pigmalión acudió al templo de la diosa llevando ricas ofrendas. Arrodillándose junto al altar suplicó: "Reina del amor, dáme por mujer el trabajo de mis propias manos o, si no puedes, una doncella que sea tan hermosa como mi Galatea".
El alma consigue. Edwar Burne-Jones, 1868-70. |
Pigmalión regresó a su casa y se quedó dormido. Mediante la intervención de Afrodita, soñó que Galatea cobraba vida. La diosa, conmovida por el deseo del rey, le dijo: "Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal".
Pigmalión se despertó y vio como la escultura volvía en sí. Su pecho palpitaba, por sus venas corría sangre y sus ojos ya no miraban como piedras. Él cogió la suave mano de Galatea que comenzó a calentarse con la suya. Podía sentir los pulsos palpitantes con su roce. Él sonrió y la cara le devolvió la sonrisa. Habló y los labios de Galatea contestaron: "Afrodita ha hecho el milagro".
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