Durante el reinado de Cronos, los dioses crearon una estirpe dorada de hombres mortales. Estos hombres eran leales y bondadosos y vivían apaciblemente, sin necesidad de ningún tipo de autoridad o de ley. No tenían ocupaciones, por lo que su vida se asemejaba a la de los dioses. Ni siquiera necesitaban trabajar la tierra ya que ésta, espontáneamente, les ofrecía sus frutos. Nunca alcanzaban la vejez y cuando les llegaba la muerte, parecían quedar sumidos en un sueño apacible.
Tras la caída de Cronos Zeus creó la segunda generación, los hombres de plata. No podían compararse a los hombres dorados en aspecto ni inteligencia. Durante cien años permanecían sumidos en una vida completamente infantil y, al alcanzar la juventud, vivían muy poco tiempo y su vida estaba llena de sufrimientos y penalidades, de los que no sabían salir a causa de su ignorancia.
En tercer lugar, Zeus creó la estirpe de bronce. Los hombres de esta generación eran fuertes y vigorosos pero también violentos y crueles. Su corazón era tan duro como el metal. De bronce eran sus armas, de bronce sus casas y con el bronce trabajaban. Comenzaron a cometer todo tipo de crímenes al dejarse dominar por las insidias, la violencia y el deseo de poseer. Fue precisamente asa predisposición a la violencia lo que llevó a la estirpe de bronce a su extinción.
Tras la destrucción de los hombres de bronce, Zeus creó una cuarta generación, más justa y llena de virtudes, el linaje de los héroes, también llamados semidioses.
Por último, Zeus creó la quinta generación, la estirpe de hierro, que durante el día vive entre fatigas y miserias y durante la noche se consume. Los dioses procuran a esta estirpe inquietudes y preocupaciones pero también alegrías mezcladas con sus males.
Zeus destruirá este linaje cuando los hombres, en el mismo momento de su nacimiento, tengan ya el cabello encanecido. Cuando los padres no se parezcan a sus hijos ni los hijos a sus padres. Cuando un amigo no aprecie al amigo ni se quiera a un hermano como antes. Cuando se desprecie a los padres en el momento de su vejez, se les insulte y se les niegue el sustento. Cuando nadie reconozca a los justos y honrados y, por el contrario, se beneficie al malhechor y al hombre violento.
Será entonces cuando la justicia residirá en la fuerza y no en la honradez. La envidia y la murmuración serán la guía de los hombres. A estos sólo les quedará el sufrimiento y ya no habrá remedio para su mal.
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