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viernes, 15 de julio de 2016

Orfeo y Eurídice

Orfeo y Eurídice
Orfeo guiando a Eurídice desde el Infierno, J.B.Corot, 1861
           Orfeo nació en el monte Ródope. Era hijo de Eagro, rey de Tracia, y de la musa Calíope, y menudo frecuentaba el Olimpo, encantando con sus canciones las laderas del Parnaso y del monte Helicón. Fue teólogo, poeta y un célebre músico. Desde muy joven se dedicó al estudio de la religión, lo que le llevó a recorrer Egipto con el fin de consultar a los sacerdotes de ese país a cerca  de los misterios de Isis y Osiris. También visitó Fenicia, Asia Menor y Samotracia y, tras regresar a su país natal, compartió con los suyos sus conocimientos sobre astronomía, el origen del mundo y de los dioses, la interpretación de los sueños y la expiación de los crímenes. Cantó las aventuras de héroes y dioses como la guerra de los Titanes, el rapto de Perséfore o los trabajos de Hércules, estableció las fiestas de Baco y Ceres y fue considerado el padre de la teología pagana.

      Aprendió de su madre el arte de tocar la lira, instrumento que Apolo le regaló y que además él perfeccionó añadiéndole dos cuerdas más. Su voz, unida a éste instrumento, lograba apaciguar a los animales salvajes, disipaba las tormentas y embelesaba a hombres y dioses. Incluso las piedras y los árboles acudían a escucharle.

La muerte de Eurídice
La muerte de Eurídice, Ary Scheffer, 1814
      Todas las ninfas admiraban su talento y deseaban tenerle por esposo, pero él solo aceptó a Eurídice, por la que fue tiernamente correspondido. Sin embargo la felicidad de la pareja no duró mucho. Un día en que la ninfa paseaba por el campo en compañía de las Náyades fue mordida en el talón por una serpiente, lo que le causó la muerte.

       Tras este suceso Orfeo quedó inconsolable. Pidió ayuda a las divinidades del cielo y al no recibir respuesta, decidió ir a buscarla al lugar al que ningún hombre vivo podía entrar, el reino de Hades. Empleando sus habilidades con la música y el canto, Orfeo logró conmover a Caronte para que aceptara a transportarle en su barca a través de la laguna Estigia. También Cerbero, el perro guardián de tres cabezas, le permitió el paso. 

       En su camino, Orfeo se cruzó con varios condenados como las hijas de Danao, Tántalo,  Sísifo e Ixión. Logró conmover a las Furias, por cuyos ojos rodaron por primera vez lágrimas y finalmente llegó ante el trono de Hades, junto al cual se encontraba su esposa Perséfore. Tocando sus más dulces notas, Orfeo trató de ablandar su corazón: "Dios de los infiernos, permitid que regrese mi único amor, que murió demasiado pronto o, si no puede ser, acepta dos víctimas en lugar de una. No me dejes volver solo a la tierra".
      
Orfeo y Eurídice, Kratzenstein, 1806
      Hades negó su petición pero Perséfore, conmovida por su dolor, logró convencerle para que liberase a Eurídice. Un silencio sepulcral se extendió por todo el reino cuando Hades proclamó: "¡Así sea! ¡Regresa a tu mundo y Eurídice te seguirá como tu sombra! ¡Pero no te pares, no hables ni te vuelvas para mirar atrás hasta que hayas salido del Hades o nunca mas volverás a verla!. Ve sin retrasarte. En tu camino no irás solo". 
      
     Orfeo emprendió el camino de regreso a través de una abrupta y oscura pendiente, evitando mirar a su alrededor para comprobar que Eurídice le seguía. Cuando tan solo le quedaban unos pasos para salir del inframundo su impaciencia le venció y se giró para ver a su amada, incumpliendo la promesa que había hecho al dios de los muertos. Como castigo, Eurídice le fue inmediatamente arrebatada.

      Orfeo, afligido, trató de volver a entrar en la mansión de Hades pero esta vez Caronte se negó a transportarlo. Por ello permaneció siete días en las orillas del Aqueronte, con los ojos inundados en lágrimas, incapaz de hablar o cantar y con el único deseo de privarse de comida para morir.

La muerte de Orfeo
La muerte de Orfeo É. Lévy, 1866
        Pasado ese tiempo se levantó y regresó al mundo de los hombres, para retirarse a los solitarios bosques de Tracia. Ahora iba siempre en silencio, con las cuerdas de su lira rotas, evitando las escenas de alegría y rehuyendo a todas las mujeres que trataban de llevarle a un segundo matrimonio. Ellas le sonreían pero él desoía siempre sus ruegos y se mostraba sordo a su amor. Las mujeres, irritadas, decidieron esperar a las fiestas de Baco para cobrarse su venganza.
      Armadas con tirsos, vestidas con pieles de ciervo y adornadas con hojas de parra, las bacantes bailaron para él y le animaron a unirse a ellas. Cuando vieron que Orfeo trataba de huir le persiguieron y le dieron caza. Lo asaltaron por todos lados, lo apedrearon y rompieron su lira en pedazos. El ruido de sus tambores apagó la voz de Orfeo que era lo único capaz de conmoverlas. Las bacantes destrozaron su cuerpo y arrojaron sus extremidades al río, que a su vez las llevó al mar. Sus restos fueron recogidos en la isla de Lesbos, donde fue enterrado por las musas.

 Bibliografía:
-AA.VV., Cultura Clásica, Barcelona, Edebé, 2003.
-HOPE MONCRIEFF, A.R., Mitología Clásica, Madrid, Edimat libros, 2012.
-OVIDIO, Metamorfosis, Madrid, Alianza Editorial, 2001. 

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