La caída de Faetón, G. Stubbs, 1777 |
Faetón se dirigió al Palacio del Sol, la residencia de Febo-Apolo, y quedó asombrado por su suntuosidad. La construcción se elevaba sobre inmensas columnas, la cubierta era de marfil y las paredes estaban bañadas en oro. A través de una puerta de doble hoja que irradiaba luz plateada, Faetón accedió a la sala del trono. En ella había varias figuras. En el centro estaba su padre, el dios Apolo, vestido con un manto púrpura y sentado sobre un lujoso trono. En torno a él se disponían el Día, el Mes, el Año, los Siglos y las Horas, todos colocados a intervalos iguales, así como las Estaciones. La Primavera estaba coronada con flores, el Verano portaba una guirnalda de espigas, el Otoño sostenía frutos en sus brazos y el Invierno tenía el cabello blanco como la nieve.
Apolo y Faetón. G. da San Giovanni, 1635 |
Satisfecho con la respuesta de Apolo, Faetón le suplicó: "Otórgame mi mayor deseo, que durante un día pueda conducir tu Carro del Sol".
Una sombra apareció en el bello rostro de Apolo que, al no poder negarse al deseo de su hijo debido a su juramento, trató de disuadirlo: "Pides algo grande Faetón, un don que no encaja con tu fuerza ni con tu edad pueril. Tu condición es mortal pero en tu ignorancia ambicionas incluso más de lo que pueden alcanzar los dioses. Nadie excepto yo es capaz de conducir el Carro del Sol, ni siquiera Zeus. No lo dudes, se te dará- lo juré por las ondas estigias- cualquier cosa que desees, pero desea tú algo más prudente".
Sin embargo, Faetón no cambió de opinión y al amanecer Apolo lo llevó ante el Carro del Sol. Se trataba de un hermoso carro fabricado por el dios Hefesto. Estaba realizado en oro y plata y decorado con piedras preciosas. De él tiraban cuatro impetuosos caballos, Pírois, Eoo, Eton y Flegante, que golpeaban con sus patas las barreras, deseando ser liberados.
Apolo ungió a su hijo con un bálsamo para protegerle del calor y le indicó la ruta que debía tomar. Faetón se subió al carro entusiasmado, pero su paciencia le llevó a desoír el último consejo de su padre: "No debes bajar demasiado rápido o quemarás la tierra, ni subir demasiado alto o abrasarás el cielo".
La caída de Faetón, Sebastiano Ricci, 1700 |
El carro abandonó su ruta habitual y comenzó a caer sobre la tierra como un meteoro, arrasándolo todo a su paso. La hierba se marchitó, las cosechas y los bosques quedaron abrasados y los mares, ríos y lagos comenzaron a hervir, obligando a Poseidón a retirarse a lo más profundo de los dominios. La tierra se desmoronó, el suelo saltó en pedazos y la luz penetró hasta el Tártaro, sobresaltando al rey de los infiernos y a su esposa. Gran parte de la tierra se convirtió en un desierto donde ni hombres ni animales podían vivir.
Faetón miró a su alrededor y vio el mundo entero en llamas. Desesperado cayó sobre sus rodillas y pidió ayuda a su padre, pero sus súplicas quedaron silenciadas por los gritos de toda la humanidad. Apolo se llenó de dolor al ver como las personas morían abrasadas mientras las ciudades se consumían una tras otra.
Finalmente, Zeus decidió intervenir y envió un rayo contra el Carro del Sol, acabando con la vida de Faetón. Los caballos, asustandos, corrieron en direcciones opuestas e hicieron que el carro se partiera en pedazos. El cuerpo de Faetón se precipitó desde el cielo y cayó al río Erídano. Las Náyades de Hesperia enterraron su cuerpo en la orilla y grabaron en una roca el siguiente epitafio: "Aquí está depositado Faetón, auriga del carro de su padre, aunque no fue capaz de gobernarlo al menos cayó en gran empresa".
Metamorfosis de Cigno |
También Cigno, fiel amigo de Faetón, acudía allí con frecuencia para recuperar sus restos carbonizados. Conmovidos, los dioses le otorgaron el don de nadar por el río en forma de cisne.
-HOPE MONCRIEFF, A.R., Mitología clásica, Madrid, Edimat libros, 2012.
-OVIDIO, Metamorfosis, Madrid, Alianza Editorial, 2001.
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EliminarEl epitafio es un tanto irónico en la parte que dice "...al menos cayó en una gran empresa". Él que lo escribió se alegró de ver el mundo arder.
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