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martes, 30 de agosto de 2016

La reina Artemisia y la batalla de Salamina

Artemisia I de Caria
Artemisia I de Caria
      Artemisia, tirana de Halicarnaso, fue una reina doria que comandó las tropas auxiliares del rey Jerjes durante la Segunda Guerra Médica. Participó en las batallas navales de Artemisión y Salamina demostrando una gran valentía y determinación. Esto la llevó a adquirir una gran reputación y a convertirse en uno de los consejeros más queridos del Gran Rey.

Artemisia
        Son muy pocos los datos que se tienen sobre la reina Artemisia y todos ellos se deben al historiador griego Plutarco, quien sentía hacia ella una gran admiración.
       Artemisia era hija de Lígdamis, rey de Halicarnaso, y de una aristócrata cretense. Tras quedar viuda y a cargo de un niño demasiado pequeño para gobernar ascendió al poder, asumiendo la tiranía de la ciudad.
        Halicarnaso era una ciudad griega situada en Caria, una de las satrapías del imperio persa. Esto la llevó a tomar parte en la expedición que el rey Jerjes organizó contra Grecia en el año 480 a.C. Artemisia aportó cinco navíos, los mejores de la flota persa después de los sidonios, y los comandó personalmente en la batalla.

Toma de Atenas
       A finales de agosto del año 480 a.C. las tropas del rey Jerjes entraron en Grecia central y se dirigieron a Atenas con la intención de atacarla por sorpresa. Ante la inminente invasión, los atenienses se vieron obligados a abandonar la ciudad y buscar refugio en la cercana isla de Salamina.
       Cuando los persas llegaron a Atenas se encontraron con una ciudad desierta. Solo encontraron resistencia en la Acrópolis, donde un pequeño grupo de hombres se había atrincherado con la intención de defenderla con sus vidas.
       Tras eliminar sin mucha dificultad a esta pequeña guarnición, los persas entraron en la Acrópolis, saquearon los templos y les prendieron fuego.
       Una vez tomada la ciudad, Jerjes centró su atención en la isla de Salamina, donde los griegos estaban concentrando todas sus fuerzas. Sabía que si lograba derrotar a su armada, tendría las puertas abiertas al resto de Grecia.

Preparativos para la batalla, bando griego
Temístocles
Temístocles
       En el ejército griego destacaban dos personalidades con opiniones encontradas, el general espartano Euribíades y el general ateniense Temístocles. El primero defendía la retirada del ejército, ya que no consideraba prudente hacer frente a un enemigo que los duplicaba en número. Sin embargo Temístocles  era partidario de presentar batalla en el estrecho de Salamina, un lugar de gran valor estratégico en el que los persas no podrían aprovechar su superioridad numérica.
       Finalmente triunfó en la asamblea la propuesta de Temístocles y el general griego ideó una estratagema para atraer a los persas al interior del estrecho. Por medio de Sicino, su esclavo de confianza, Temístocles declaró su lealtad al Gran Rey y le hizo creer que el plan de los griegos era retirarse. También le aconsejó que atacase cuanto antes ya que de ese modo, lograría la victoria sin apenas encontrar resistencia.

Preparativos para la batalla, bando persa
       Tras recibir el mensaje Jerjes reunió a todos sus comandantes para pedirles consejo sobre la decisión que debía tomar. Utilizando como intermediario a Mardonio, les fue preguntando uno a uno si debían o no presentar batalla naval a los griegos. Todos los comandantes apoyaron el ataque y solo uno se opuso, la reina Artemisia.
Jerjes I
Jerjes I
       Artemisia sabia que la flota griega, aunque inferior en número, estaba mejor preparada que la persa. Aludiendo a la reciente conquista de Atenas, trató de convencer a Jerjes de que lograrían la victoria si esperaban a que los griegos se quedasen sin víveres, lo que no tardaría en ocurrir. Además propuso coordinar el avance de la flota con un ataque por tierra en el Peloponeso, lo que obligaría a las tropas griegas a retroceder y dispersarse para proteger sus ciudades.
       Sus palabras sorprendieron al resto de los generales, que temieron que Artemisia fuera castigada por oponerse a los planes del Gran Rey. Pero ante la sorpresa de todos, Jerjes se mostró complacido y alabó su sabio consejo.
       El último en tomar palabra fue el comandante Mardonio que refutó la propuesta de Artemisia afirmando que la inactividad del ejército sería una muestra de debilidad y cobardía, tanto ante sus propias tropas como ante sus enemigos.
       Finalmente Jerjes aceptó la opinión de la mayoría y dio la orden de combatir. A pesar de que se opuso al ataque hasta el último momento, Artemisia ocupó su puesto en la flota y se preparó para el combate.  

Batalla de Salamina
       Jerjes envió a uno de los escuadrones de élite de su flota, el egipcio, a bloquear el canal de Megara, situado entre Salamina y el continente por el oeste, y cerrar la única vía de escape a los griegos. Después emplazó un fuerte destacamento en la isla de Psitalia, con el objetivo de acabar con los náufragos griegos y los barcos averiados. El resto del ejército terrestre permaneció a la retaguardia de la armada y la flota persa, alineada en tres filas, comenzó a adentrarse en el estrecho.
      Los griegos comprobaron como los persas habían caído en su trampa y no desaprovecharon la oportunidad. Cogiéndolos por sorpresa, se aproximaron a ellos en perpendicular y embistieron con sus arietes los costados de sus naves.
Batalla de Salamina
Batalla de Salamina
       A partir de ese momento el caos se extendió entre la armada persa. Los navíos fenicios, situados en vanguardia, trataron de virar para hacer frente a los griegos pero apenas disponían de espacio para maniobrar. El fuerte viento, favorable a los griegos, empujó los navíos persas unos contra otros haciendo que sus filas se desordenasen. Los barcos jonios desertaron y el resto de la flota trató de huir, pero quedó bloqueada por los barcos situados en la retaguardia.
      El comandante Mardonio fue uno de los primeros en retirarse. Por el contrario, Artemisia mantuvo su posición aun cuando la derrota ya estaba asegurada. Su barco acabó acorralado por varios navíos griegos y esto la llevó a elaborar un plan para escapar. 
       Durante la batalla, Artemisia había cambiado varias veces la enseña de su barco para confundir a sus enemigos. En esta ocasión, enarboló la bandera espartana y dio la orden de hundir un barco aliado comandado por Damasitino, rey de los calindeos. Creyendo que Artemisia había cambiado de bando, los griegos dejaron de perseguirla y la reina logró llegar con vida a la costa. 
       No se sabe con seguridad si entre ella y Damasitino existía algún tipo de rivalidad o si fue el primer barco con el que se encontró, pero esta acción le permitió conseguir una gran reputación a ojos de Jerjes. Ninguno de los tripulantes de la nave calindea sobrevivió por lo que su actuación no fue cuestionada.
Artemisia
Artemisia I de Caria
       El Gran Rey, siendo testigo de la vergonzosa destrucción de su flota, fue informado de la valiente actuación de Artemisia y exclamó: "Las mujeres se me vuelven hombres y los hombres se me vuelven mujeres". 
       Jerjes había perdido numerosos barcos en Salamina y los que habían escapado no estaban en condiciones de combatir. El otoño estaba cada vez más cerca y el mal tiempo dificultaría el regreso a Asia. Esto, unido al miedo a que los griegos se dirigieran al Helesponto para destruir el puente que había levantado entre Europa y Asi, le hizo plantearse la retirada.
       Jerjes consultó de nuevo a Artemisia y la reina le convenció para que regresase a su patria. Mardonio, sobre el cual recayó toda la culpa del desastre ocurrido, decidió quedarse en Grecia para cubrir la retirada del resto de las tropas.
       Como premio por su servicio y en honor al aprecio que sentía hacia ella, Jerjes envió a Artemisia a Éfeso y le encomendó la educación de sus hijos.   

La muerte de Artemisia
       Sobre el final de Artemisia solo se conserva una leyenda que narra su suicidio por amor. Esta historia cuenta como la reina se enamoró de Dárdano, un bello joven de la ciudad de Abydos, que la rechazó.
       Herida en su orgullo, Artemisia se vengó de él sacándole los ojos mientras dormía para después quitarse la vida arrojándose al mar desde una alta roca de la isla de Léucade.
        
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 Bibliografía:
-BENGTSON, H., Historia de Grecia, Madrid, Editorial Gredos, 2008.
-DÍEZ, V., Diccionario Biográfico Universal de Mujeres Célebres, Google books.
-HERÓDOTO, Historias, Los Berrocales de Jarama, Akal, 1994.
-NEGRETE.J., La gran aventura de los griegos, Madrid, La esfera de los libros, 2015.


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